A baixa y el curro, constituyen A RAPA.
Son complementarias, no puede vivir la
una sin el otro; es necesario vivir la una y el otro. Lo cual no limita que, a
unos les guste más a baixa y a otros,
el curro.
Este año 2015
no podré disfrutar del completo; los traumatólogos se estuvieron pasando la
pelota un tiempo, al final se decidió una intervención en el pie y no llego a
tiempo para ir al monte. Ya tenía convencido a Samuel, que este año subiríamos
al Cádavo, el monte más alto, el más majestuoso, el de las rías, el del viento
que fecunda as bestas, el de la
fuente do Cabalo, el del dominio de Makelele. Me tendré con conformar en subir
a un coche que me deje en el Peón. Como no participaré en A baixa, que ya no es lo que era, vamos a comentar alguna subida al
monte.
Hace unos años, en casa nos levantamos,
al poco de acostarnos; a las siete de la mañana, con el despertador de Paco de
Magariños, que martillea los oídos, ¡pum¡,¡pum¡ pum¡¡¡¡¡, con un sonido
distinto si el cielo está despejado, nublado o lluvioso, y que no lo puedes
evitar aunque te escondas bajo la almohada.
Desayunamos, y mi hermana, como
siempre, nos prepara los bocadillos. Tengo dudas sobre mis posibilidades de
afrontar con garantías la subida al monte y decido quedarme en la cocina para
evitar la tentación e, irresponsablemente, unirme al grupo.
Una señora cargada con cámaras
fotográficas, llama a la puerta y saluda.” Buenos días, dónde se recogen las
acreditaciones” A estas horas no hay
nada abierto, ha terminado la Misa y la gente se dirige al monte.” Bueno acabo
de llegar en taxi desde el aeropuerto de Santiago ¿Dónde pudo tomar un café?”
En ningún sitio, pero si quiere un café y un desayuno, aquí mismo. La reportera
deja sus cámaras y desayuna. Al terminar y dar las gracias, me dice: ”Me puede
indicar el camino para subir al monte” Le contesto que le acompaño a la Costa
do Campo para mostrarle el camino que se puede divisar. En ese trayecto desde
mi casa a la casa donde había nacido,
iniciamos interesante conversación, pero yo iba pensando; yo tengo dudas y esta
mujer cargada de cámaras va toda decidida, no sabe con lo que se va a encontrar
y no duda; yo conozco el camino, ella no; yo no llevo peso, ella sí. No sé si
San Lorenzo, nuestro abogado, que te ayuda en las dudas; el camino que al andar
te da fuerzas, mi abuelo que desde la ventana me estaría recriminando mi falta
de valor, la tendencia a compartir y colaborar o ese aprendizaje a lo largo de
toda la vida al que uno se dedica, lo cierto es que ya llegamos A Ponte que
sobre el rio separa al pueblo del monte
y si lo traspasas, ya sabes que llegarás a los Montes de Montouto.
Le voy contando las historias de
la Rapa, vamos despacio, pero muy despacio para subir el Marco del Feal,
hablamos de fotografía, de que mi hermano Anxo puede que sea el que más fotos
tiene de la rapa, que los fotógrafos vienen a comer a casa y compartimos. Pero
ya las rodillas se flexionan menos y me dice “Pepe falta mucho” le dijo que
poco, que al doblar aquella loma. Pasa algún todoterreno y me dice: ”Pepe
paramos ese coche”, estamos llegando, pasada aquella loma. Yo no me atrevía a
decirle que si le llevaba alguna cámara, pues sé que para los profesionales de la fotografía, la cámara
es una prolongación de su cuerpo. Tras varias promesas de que aquella era la
última, me adelanto y veo los todoterrenos aparcados en el Peón y algunas greas en el cierre. Al llegar y antes
de sentarse y dejar las cámaras, se acercan, lo fotógrafos habituales, Cristóbal
Hara, Carlos Puga, Xavier Fernández…. ¡Hola, Cristina¿ cómo has llegado hasta
aquí?
Cristina García Rodero, estuvo
comiendo en casa y compartiendo los días de la Rapa; su intención era incluir
fotografías de la Rapa en la exposición que estaba preparando para Santiago
con el título TRASTEMPO, pero no se llegó a tiempo para su inauguración en el
Centro Gallego de Arte Contemporáneo, CGAC,
en enero de 2011.
En 2013 fue elegida Miembro de la
Real Academia de Bellas Artes San Fernando y este año inaugurará la Escuela de
Verano de la Universidad Complutense en el Escorial.
Esperamos la publicación y catálogo de A RAPA de SABUCEDO por esta
fotógrafa de la Agencia Magnum, Académica, Premio Nacional de Fotografía y
multipremiada.
En 2014, sin dudas pero con
cabeza, me planteé la subida la monte, con calma; dejé que el grupo se
distanciara para ahorrar esfuerzos en los primeros envites y mantener fuerzas
para las primeras escaramuzas de Soprepequite, en el bosque de acibros; y sobre todo, ante el temible y
desafiante Marco Feal. Subiendo despacio sobre la negra tierra y mirando
siempre arriba, diviso una figura humana parada. Al llegar a lo más lato,
siguiendo sin mirar atrás, una señora, me dice que se ha perdido y que si le
puedo indicar el camino. Hablamos y ante las peculiaridades de su acento en
buen castellano, me contesta que es norteamericana y que se llama Rebeca. Que
le gustan muchos caballos y que tiene una docena en su rancho. Que además de
internet, conocía cosas de la Rapa, por su marido que había estado en la Misa
pero que regresó a la Casa Rural. Que su marido era de Noya, que fue fotógrafo
de la Armada de EE.UU, pero que ahora tenía su propia agencia de modelos y para la vida social. Le voy
contando cosas de la Rapa, su interés es creciente y llegamos al Peón. En el
cierre, hay poco más de veinte bestas; ella se acerca a ellas y después de
observarlas se incorpora al círculo para cuidar de que no se escapen. Pasan las
horas y se acerca una grea, se
produce el tumulto, la gente se coloca para facilitar su entrada en el cierre,
pero as bestas ante la presencia te tantos todoterreno, encuentran un hueco y
huyen montearriba hacia Souto; los que venían con ellas se quejan de que todo
su trabajo se vino abajo por la falta de organización para la entrada y por la presencia
de los todoterrenos. Pasan las horas, el sol es de justicia, pero Rebeca sigue
cuidando en el cierre. Un joven motorista con su uniforme ad hoc, llega donde
estamos tumbados a reguardo de la sombra de
los pinos, apaga su moto y la tira a nuestro lado. Cuenta la aventura de
que en un regato, la moto se encabritó y que salió despedido por encima de
ella. Le sugerimos que retire la moto por si vienen más bestas y no pase como las que huyeron por la presencia de los
todoterrenos, contesta que cuando lleguen as
bestas que, ya la retirará. Rebeca
sigue cuidando, a las cinco de la tarde, regresamos al pueblo. A las siete y
media llegan los que han dejado as bestas
en el cierre.
Antes, siempre, hasta los últimos
cambios, baixaban as bestas y los que
los que las habían ido a buscar no más tarde de las cuatro o cinco de la tarde;
el pueblo estaba a rebosar y todos disfrutaban de la llegada das bestas. Ahora sólo llegan los que
las fueron a buscar y as bestas se
quedaron en el cierre, nadie les espera
ni las espera, habrá que ir a buscarlas mañana por la mañana al cierre.. As bestas tienen memoria, y seguro que
añoran tiempos pasados, en los que con mucho esfuerzo y cansancio desde las
siete de la mañana hasta las cuatro de la tarde, llegaban a los montes do
Curuto y ya descansaban hasta el día
del curro. Ahora pasan una noche en el cierre y dos noches en el cierre del
Curuto, dos sitios distintos; antes venían en un día y ahora en dos; no les
podemos preguntar si así están más cansadas o más descansadas, pero se les nota.