El
primer fin de semana de julio, se celebra en Sabucedo, La Estrada, A
Rapa das Bestas. Fiesta de Interés Turístico Nacional en 1967,
Fiesta de Interés Turístico Internacional en 2007.
Un poco de
historia. Los caballos en
régimen de libertad existían en los montes de Montouto, en la época
prehistórica y allí están hoy, as
bestas, (ha de entenderse
bestas
o cómo genérico o como yeguas en libertad, salvajes; en ningún
caso bestias). Así lo atestiguan las insculturas en Painceiros
y Muimenta. En ó Chan da Carballeira, en Painceiros ( Museo
Arqueolóxico de Campo Lameiro) se pueden apreciar dos ciervos y una
escena de caza o de doma de caballos; el grabador fundió las dos
patas en una sin olvidar la larga y espesa cola. El hombre no tiene
piernas, la manera de representar a los jinetes, la postura de los
brazos recuerda los jinetes de la Diadema de Ribadeo (Museo
Arqueológico Nacional, Museo de Louvre, Instituto de Valencia de Don
Juan (Madrid).
Estrabón, (29 a C.) habla de la
guerra de guerrillas, en las que las tribus de los galaicos que
desde los castros y desfiladeros atacaban la maquinaria pesada de los
romanos, que encontraba dificultades de paso, en los riscos y
desfiladeros. Los galaicos montaban dos en cada caballo, lo que
demostraba la fuerza del caballo, su doma y adaptación a las piedras
y picachos. En la batalla, uno luchaba pie a tierra y el otro
peleaba cabalgando.
Plinio ( 77 de C.) escribía” en la
misma España está el pueblo Galaico que cría una raza de caballos
con un paso que no es corriente sino elástico porque extienden al
mismo tiempo las patas de cada lado, caballos amaestrados para
marchar al trote. Plinio hace referencia a que ” la velocidad con
la que corren las yeguas, es debida a que fueron fecundadas por el
viento del oeste”.
Los suevos, vándalos y alanos
ocuparon Galicia en 411 y los visigodos en 485, sin cambios en los
caballos. Los árabes, con Almanzor al frente saquearon ciudades,
entre ellas, Santiago de Compostela en 997 y se llevaron caballos
para la Dehesa de Altamira, en Córdoba, con la intención de
mejorarlos y venderlos al Norte de África y Arabia.
En el año 1105 los Condes Don Ramón
y Doña Urraca donaron el lugar de Sabucedo al Abad del Monasterio de
San Lorenzo de Carboeiro (Silleda). En 1145, el Rey Alfonso VII al
confirmar los bienes del Monasterio de Santa, María de Aciveiro
(Forcarey) incluye las yeguas y caballos de San Lorenzo de Sabucedo.
Este Monasterio gozó de muchos beneficios por ser la salida natural
hacia Pontevedra y Marín; Cambados y el Grove, atravesando los
montes de Montouto. Fue por este camino, por donde entró al peste
“en el año 1567; por el mes de octubre empezó la pestilencia
(peste bubónica), en el puerto del Grobe y duró más de un año, y
de ahí pasó a Caldas de Reis y Codeseda; a Noya y Rianxo;y por mayo
del setenta y nueve, a Vigo y Santiago” reza una inscripción en la
Catedral de Santiago. Una orden del Procurador General, proclamaba
“que se clave en cada una de las puertas un memorial de los lugares
en que reina la pestilencia para que no entre ninguna persona que
proceda de ellos: puerto de los Grobes, cotos de Codeseda…
“(lindantes con Sabucedo).
Tradición oral.
En estos años de la peste, dos hermanas, presas del miedo, se van a
vivir a una cabaña en las afueras del pueblo y le prometen a San
Lorenzo una yegua y un caballo, si no son atacadas por el mal.
Escribe Francisco Regueiro Moreira (1884-1962), maestro de Sabucedo,
escribe que las viejas podían haberse llamado Clara y Manuela, de
agrio carácter por haberse enfrentado ambas a su madrastra. Su casa
estaba a pocos metros del atrio de la iglesia, y dado el alto número
de muertos por la peste, hubo que empezar a enterrar fuera del atrio
y ellas veían fuegos fatuos casi continuos desde sus ventanas,
(entierros o Santa Compaña), siendo ésta una de las causas por las
que decidieron abandonar su hogar, salir a vivir a un sitio más
alejado y donar la yegua y el caballo a San Lorenzo. Sí se mantuvo,
en el tiempo, la denominación de ese lugar como “a
casa das vellas”, “as
lobageiras das vellas”, y
hoy se pueden visitar las excavaciones donde se ubicaban.
De la historia reciente. Desde
1682 se registran, año tras año, los datos referidos a Rapa das
Bestas en los Libros de Culto y Fábrica del Archivo Parroquial de
Sabucedo. Algunos datos significativos: en 1732, se contabilizan 18
reales de vellón que hubo que pagar a la gente que fue a buscar as
bestas al monte y
juntarlas en él. En 1752,…hay 37 entre bestas
y potros, siendo los vecinos de … Sabucedo 54.
En 1774 “ un garañón” que no
acompaña ( no procrea) En 1780 se menciona la venta de potros y de
crines “ cada tres rapadas, un kilo de crines” En 1872, el día
que se celebra la Rapa, el párroco recibe informes confidenciales de
que un Comisionado de la Administración de Bienes Nacionales de
Pontevedra que con tres guardia civiles y el Alcalde de Cerdedo iban
a proceder a la “venta en subasta pública de toda clase de
propiedades rústicas y urbanas pertenecientes al Estado, a la
Iglesia……).
El Párroco y los feligreses sueltan
as bestas
a los montes. La guardia Civil y una comisión intentan contarlas;
ante la imposibilidad de hacerlo, tomaron declaración a vecinos de
Campo Lameiro y Cerdedo. En 1888 aparecen noticias del lobo “compra
de estricnina para matar los lobos, 15 pesetas”. El 11 de
septiembre de ese año murió intoxicado por estricnina el Párroco
don Ángel Nadar, que no pudo terminar la misa que estaba oficiando.
Los Tribunales Eclesiásticos cargaron contra Manuel Alonso Paredes.
Hombre entendido, curandero,casado, cuya señora estaba en cama
tullida y que tenía una sirvienta de parte interesada.
Indirectamente, desde el púlpito, el párroco recriminó a Alonso su
conducta. Alonso respondió al cura que “anochecería y no
amanecería”. Como la sacristía estaba en obras, Alonso entró por
un boquete y depositó estricnina en las vinajeras. Aunque no hubo
testigos, fue encarcelado y condenado a cadena perpetua.
A BAIXA. As
bestas están hoy, en los
Montes de Montouto, entre los Municipios de Cerdedo, Campo Lameiro,
La Estrada y Forcarey., en una zona de forma más o menos rectangular
de 9 x 7 kms y una extensión de 65 Kms cuadrados. El Monte Cabeiro
y el Cadavo
son los montes más altos, 800ms y desde el Cadavo
se divisa a la izquierda la Ría de Pontevedra y a la derecha, casi
pegada, la Ría de Arosa. Los demás montes se elevan entre los 500 y
700 metros.
La grea
es la unidad familiar del caballo con sus 35 yeguas, más y pocas
veces menos, y sus potros y ocupa un monte determinado.
La vida de la
grea es tranquila. El
trabajo del garañón
no es liderar el grupo sino reunir y proteger a la grea.
Sigue a las yeguas, controla a las que se quedan descarriadas o de
parto. Sí, actúa como líder cuando se enfrenta y desafía a otro
caballo o cuando defiende a la grea,
de los lobos. Cuando atacan los lobos, la grea
se organiza en círculo situando los potros en el centro y cerrando
cuarto trasero con cuarto trasero; el caballo galopa y relincha dando
vueltas alrededor del círculo. Se ha visto a un caballo lanzar por
encima de un muro a un lobo, con la tremenda fuerza del redoble de la
coz. Las bestas
no quieren estar siempre juntas, se colocan en extremos para llamar
la atención del caballo. Sin embargo cuando holgazanean, dormitan o
están juntas muestran constantemente relaciones de amistad. Cuando
se desplazan, normalmente siguen unas a otras en el mismo orden
jerárquico establecido. Las bestas
se aparean en primavera y verano, son fértiles cuando los días son
más largos La gestación dura entre 365 y 392 días. El parto se
produce, normalmente, en las primeras horas de la mañana, la besta
se separa deliberadamente del grupo; el parto dura más o menos 20
minutos y después del parto reposa unos 15 minutos. Lame al potro,
para quedarse con su olor; el potro se levanta sobre sus tambaleantes
patas, a la media hora de haber nacido; la madre lo llama y él
responde inmediatamente. El potro descubre por su primer y mágico
instinto la leche. Las bestas
no amamantan a los potros de las otras bestas,
los rechazan y ahuyentan; aunque se han conocido casos de amantar a
otros potros, por pérdida del suyo. El caballo sí juega con todos
los potros y los reconoce.
Esa vida entre nieblas, bajo el sol y
la lluvia, con problemas de comida en invierno y con la alegría del
verano y la primavera, con los peligros de los incendios y de los
lobos, se va alterar el día de la Baixa, el primer viernes de julio.
La pequeña iglesia de Sabucedo, se vuelve todavía más pequeña por la afluencia de parroquianos, curiosos y turistas lejanos que asisten a esta misa singular, que concluye con el deseo del cura de buena suerte en el monte bajo la protección de San Lorenzo. Paco de Magariños lanza los cohetes que anuncian la salida hacia el monte. Confluyen na Costa do Campo, los que habían asistido a la misa, los recién llegados, los que salen de sus casas, y los no amanecidos. En la mano derecha, una vara que desde una raíz o nudo (vara de moca) que sale desde el suelo hasta la altura del hombro que servirá para apoyarse, para andar y para alzarse al viento cuando as bestas intenten escapar; en el cinturón, una bolsa atada con el bocadillo, el reconstituyente para la larga mañana. Muchos, con la mochila a la espalda cargada de cámaras.
Por la Costa
do Campo se van formando
los grupos, cruzan la carretera(los peajes del progreso) vuelven al
camino, y a su izquierda los molinos de Comercio,
das Paradas
y dos Obelleiros,
rehabilitados en medio de carballos
y aveneiros
(avellanos) que dan sombra a la luz de las aguas cristalinas del río.
Se pasa por el puente romano, también rehabilitado y limpio,
estrecho pero impregnado de libertad para as
bestas y caminantes que
buscan una naturaleza y aire más verde y más puro. Los grupos
atajan por el Salgueiro,
un bosque enriquecido por acivros
(acebos), protegidos por carballos
y atacados por los eucaliptos. El primer repecho As
Cabaniñas y el Marco
Feal es duro; los
conocedores del camino, aminoran el paso y ralentizan la
conversación; los menos informados continúan, pero a media cuesta,
se detienen resoplando, mirando la cima y retomando fuerzas. Al
llegar arriba, los hombres y mujeres, miran atrás y abajo, se
sonríen satisfechos. Llegando A Espiñeira,
un remanso de llanura anima a los grupos y los altos pinos de la
derecha saludan con el rumor del viento y sus ramas. Ya se divisan
las primeras bestas a
la izquierda pero nadie se acerca a ellas, se recogerán al regreso.
En o Chan das Qeimas
está el Peón
“el cierre”,
una zona semicerrada en la que se reunirán más tarde todas as
bestas. Aquí se toman las
primeras decisiones; los menos, pero más cansados, se quedan; los
grupos eligen el camino y la grea
que van a ir a buscar. Hasta siete caminos se pueden elegir para ir a
buscar las correspondientes greas
y
sus caballos: a Bufón,
en el Monte das Quintas,
al Castaño en Corvos,
Montefría y Peña Cebral; al Negro,
en Chan das Queimas e
Caveiro, al Borrallas
en Piorneira
y Montes de Souto, al Jano
en
A Chaira dos Aguillóns e A Conla,
al Castaño en las Lamas, al
Veneno, en el Cadavo. Un
mozo experimentado de Sabucedo y conocedor de los caminos y de las
greas capitanea un grupo:
Samuel, Touriño, Michel, Luís de Celia, Obelleiro, Paz, Roi y
también Nuria, Rosa, Leonor, Sara que conducirán a un grupo, a cada
uno de los diez montes. El más lejano, el más alto y con as
bestas más rápidas y las
más difíciles de reunir es el Cadavo.
Es el que eligen los más asiduos, los más osados y los más
exigentes. Al llegar a las Lamas, aparece el Cadavo. majestuoso,
inmenso, desafiante, invencible de frente. El grupo lo ataca por la
izquierda por una cuesta constante y sinuosa, llena de piedras
insorteables que las vas mirando por seguridad, pero también con
miedo a levantar la mirada y encontrarte con lo que todavía te falta
por subir. Los primeros grupos en llegar divisan una
grea, observan las
posibilidades y posibles huidas das
bestas y esperan la llegada
de más grupos.
Apoyado en la vara, el máximo
responsable analiza la situación y comenta con su compañeros la
estrategia a seguir y las posibles repuestas das
bestas; unos y varios
señalan con la vara los itinerarios para rodear a
grea. Decidido, se ponen en
camino y recomiendan el silencio para acercarse con un rodeo amplio,
estableciendo un círculo que poco a poco irán cerrando. As
bestas, cuando se dan
cuenta de que están rodeadas, siempre intentarán escapar, lo
consiguen muchas veces, bien por errores por una la distancia mayor
entre los que componen el círculo (o
cordel), bien por acercarse
demasiado y dejar los flancos al descubierto, o por un ataque rápido
y veloz de un grupo de
bestas.
Es importante obedecer las
instrucciones de los responsables ya que un error o un subidón del
ego, creyendo que es fácil y que ya está conseguido, pueden
desbaratar todo el trabajo del grupo y de varias horas. Rodeada la
grea, se produce una
situación de descanso pero “in vigilando” de todos, los mozos y
mozas apoyados en la vara pero sin dejar de vigilar y de alertar ante
los cambios; as bestas,
rumiando pero sin dejar de evaluar las ventajas de la vegetación y
la orografía, y los posibles huecos por donde huir.
As bestas do
Cadavo
son las más difíciles de bajar, disfrutan de amplios y abruptos
espacios y conocen bien las bajadas y subidas. As
bestas, rodeadas, bajan
despacio, pausadamente; de repente se concentran sobre un flanco,
allí se estrecha el círculo y se prepara más gente; en un
instante, nueve se lanzan a galope sobre el flanco que ha quedado
algo desguarecido, varios intentan detenerlas, en vano. A gritos se
reconviene a todos que cierren el círculo porque si no se van a
escapar todas. Se detiene la grea,
se reordena el círculo y se descansa para enfriar las fuerzas y las
sensaciones. Salen cuatro jinetes para rodear a las huidas, pero uno
cabalga en paralelo y as
bestas se alejan todavía
más. Se reorganizan los jinetes en círculos más amplios que se
completan con personas a pie;
as bestas comprueban que
están solas, que la escapada no ha tenido éxito, que se van a
quedar el monte sin sus compañeras, y tras varias carreras e
intentos, se dejan conducir hasta la grea,
se abre el círculo y una vez cerrado, se reinicia la bajada.
Al pie del Cadavo
se reúnen todas las greas
de ese monte majestuoso
para conducirlas juntas hasta el cierre. Cada cierto tiempo y también
en función de la orografía o el agua para beber as
bestas, se establecen
descansos para todos.
Al llegar o Chan
das Queimas, ya están las
demás greas
en el cierre, excepto las que se van a recoger de regreso y los
grupos de bestas
que se han escapado. Hay más gente que bestas
que aplauden la llegada de las
greas del Cadavo. Se abre
el cordón que completa el cierre y se une al de los que llegan,
entonces as bestas
entran a trote. Se multiplican los relinchos, se mezclan as
bestas, las madres buscan a
sus potros y los caballos a sus bestas;
y se encuentran ellos frente a frente. Se reconocen, bajan la cabeza,
meten el hocico hacia adentro para fijar su visión, escarban el
suelo, se intercambian mordiscos, parece que se alejan, pero se
elevan sobre sus patas traseras y de pié se entrecruzan mordiscos,
bajan, se dan la espalda y se intercambian dos coces que suenan en un
solo estallido, se vuelven, se miran y se alejan…hasta otra. Los
potros han encontrado a sus madres, algunos maman y as
bestas miran con
indiferencia la multitud que las observa.
Son casi las tres de la tarde y los
que llevan desde antes de las siete, andando, corriendo y saltando,
se dejan caer sobre la hierba, desanudan la bolsa del cinturón y
acompañan el reconfortante bocadillo con una cerveza o un vino de
las tiendas allí instaladas. Se recuentan las greas
y se decide bajar a Sabucedo. Aunque hay mucha gente para rodear as
bestas, no hay que relajar
la vigilancia y ni perder el paso, ahora
as bestas por el camino y
los jinetes y la gente por las laderas y los toxos.
El sábado por la mañana, as bestas
bajan por el monte Feal y las Cabanillas, desde el pueblo ya se
divisan y desde el pueblo, con una salva de cohetes se anuncia su
próxima llegada, en una hora más o menos.
Cruzan la carretera y suben por la
Costa do Campo.
Cientos de personas se agolpan en la carretera y por la Costa
do Campo van apareciendo
grupos de jóvenes y mayores, mujeres y hombres, sudorosos y cansados
al frente de grupos de 50 ó 60 bestas,
que suben a la carretera y nerviosas y desconcertadas miran a uno y
otro lado a los miles de personas que ocupan las laderas de la
carretera. Si inician un trote, se les detiene para que no confluyan
con otro grupo. Al llegar a las proximidades del curro, inician el
trote y cuando ya está dentro se paran y se van adaptando al espacio
cerrado. Cuando el curro está casi lleno, as
bestas que no pueden
acceder al curro se desvían hacia el monte del Curuto.
El Curro
El curro viejo, del siglo XVIII estaba en el atrio de la iglesia, era cuadrado y una bancada apoyada sobre una de las paredes de la iglesia; el moderno, 1997, es semicircular y está en el Campo del Medio. Se ha quedado pequeño, y ya se ha ampliado hasta las 2.000 personas. Para la rapa del sábado y domingo, se recomienda la compra de entradas por internet, ya que las largas colas para adquisición de las pocas entradas a la venta, terminan con el desánimo y cabreo de la mayoría. En la pared del curro, hay dos esculturas de caballos esculpidos en bronce del escultor Juan Oliveira (Plaza de España de Vigo, Glorieta de Vigo en Tuy, Aeropuerto de Barajas, Monumento a Europa en Playa de Samil, Vigo, Menorca, Guadalajara).
Se cierran las puertas y los
aloitadores
se van situando contra la pared y frente al público, nerviosos,
comentando, examinando as bestas, las piernas sueltas e inquietas.
Los gaiteiros
se esfuerzan pero sus sonidos, apenas son oídos entre la insistencia
de los relinchos y la algarabía de los aplausos. Los gritos de
admiración se multiplican cuando dos caballos, Jaco y Sanitario, se
elevan sobre sus patas traseras y se lanzan mordiscos, bajan y se
despiden con dos coces, se miran y se retan para volverse a
encontrar.
La primera faena en el curro tiene un doble matiz social: la retirada de los potrillos para que no sean dañados en la refriega, y el “bautismo” de niños y niñas como aprendices de aloitadores, el rito inciático. Un aloitador, señala un potrillo y lo sujeta; dos niños se agarran a la cabeza con la ayuda del adulto que sigue sujetando el rabo y la cabeza; el potrillo empuja y salta, un niño cae al suelo; se levanta raudo, vuelve a agarrar, el potro se escapa, vuelta a empezar. Las carcajadas del público relajan la tensión de las madres y la sonrisa cómplice de los padres que no pierden ojo. Retirados los potrillos en un anexo del curro, sube la expectación y los aplausos se acompañan.
Los aloitadores en línea, tensos,
con la mirada fija, esperando la llamada, el impulso, la vehemencia
de la pasión. Abogados, mecánicos, biólogos, profesores, policías,
musicólogos, topógrafos, parados, informáticos, médicos,
metalúrgicos, ganaderos, ingenieros….gallegos. Pasa Jaco,
imperiosas crines, ojos oscuros, escultural testuz ¡A él¡ ¡Vamos¡,
grita Touriño, Toño vuela sobre los cuartos traseros, se encumbra
en el lomo, aprieta las rodillas; espaldas de atlas, con la mano
izquierda agarra las crines y con la derecha, incita, jalea y dirige;
cabalga hasta que Roi salta por el costado izquierdo, Touriño se
aferra al rabo del caballo y lo zarandea de derecha a izquierda y de
izquierda a derecha; Toño y Roi, al unísono bajan del caballo,
colgados en el aire para doblar la dura cerviz; el caballo se
encabrita y los empuja hacia arriba; tras varios intentos al aire y
fuertes zarandeos con el rabo, en una cabriola, el caballo cae a la
arena, Roi queda debajo de la cabeza del caballo, pero sin soltarlo
Toño por encima, un tercero ayuda a que se coloquen y queden
apartados de las posibles coces, Touriño resoplando por el esfuerzo
se apoya en los cuartos pero sin soltar el rabo. Rugen los aplausos,
repican los gaiteiros, se acerca Paco con las tijeras, las crines a
lo “parisién” y el rabo para Francisco para un buen
“desfilado”.
Terminada la faena, el caballo se
levanta, atruenan los aplausos, Touriño, Toño y Roi, se abrazan y
lo agradecen; se retiran al muro para retomar fuerzas y para dar el
testigo a otros aloitadores.
Decía Camilo José Cela, en Mazurca
para dos muertos “su valor sólo era comparable al de los
aloitadores de Sabucedo. No es sólo cuestión de fuerza y de valor.
Hace unos años aparecieron en el curro un grupo de madereros
canadienses (cada año, siempre algo novedoso: japoneses,
australianos, suecos…), armarios, de casi dos metros, 130 kgs y
mazas de brazos. Se reían cuando veían que unos caballos tan
pequeños se escapaban o tiraban por los suelos a los aloitadores.
Pidieron permiso para bajar al albero y mostrar sus cualidades. Con
sonrisa retrancada se le otorgó la autorización; tres de aquellos
fornidos rubios pesaban más que a
besta, pero a
besta se le escurría de
los brazos, los tiraba al suelo y se escapaba. Sudorosos se
levantaban y ya con otra sonrisa más tímida, volvían a intentarlo,
y otra vez de vacío, hasta que se dirigieron a un aloitador
solicitando ayuda, éste con un gesto de comprensión se acercó y
con otro aloitador, le mostraron y demostraron la técnica a
emplear.
El
aloitador se dota de una
técnica individual que aporta al equipo, aunque domina todas las
técnicas destaca especialmente en alguna de ellas: en el salto, al
cabalgar, al rabo, en la presión sobre la cerviz, en el dominio en
el suelo, en la caída. El que salta, el que acompaña y el que
zarandea el rabo forman un equipo, en el que si falla uno, la faena
no se culmina; la conjunción tiene que ser casi perfecta y precisa.
Cada salto a una besta
es distinto, el aloitador y el agarrador tienen que ir adaptándose
a los cambios rápidos que se producen y a las nuevas exigencias pero
al mismo tiempo tiene que disponer y manejar los recursos más
adecuados: tener cuidado con los golpes contra la pared, por lo que a
veces apoyan los pies contra ella mientras cabalgan sujetos a las
crines, evitar los mordiscos y las coces, cambiar a las posiciones
más convenientes, evitar que si te caes al suelo te puedan pisar; si
el caballo se ha escapado, saltar sobre una besta
próxima para cambiar y volver a cogerlo, auxiliar al compañero que
se ha caído, si te caes al suelo debajo de a besta,
girar para colocarse encima, en esta posición apartarse del radio de
acción de las coces. Conjunción, combinación y gama de valor, de
técnica y de pasión. La pasión se lleva en la sangre; desde niños,
los Obelleiro, Touriño, Arístides, Sanmartin, Magariños… todos
quieren ser aloitadores como
sus abuelos, padres o tíos, que le trasmitían su pasión, su
respeto por el caballo, su sensibilidad para enfrentarse a él con
nobleza y con su compromiso con la Rapa. Pepe de Eladia, Touriño,
aloitador
histórico, fallecido este año, soportaba todos los inconvenientes
de la dura emigración en Francia, sus vacaciones eran los días de
la Rapa, con el riesgo de lesionarse y perder su trabajo; el
desaparecido Diario Pueblo recogía sus grandezas como aloitador,su
hijo José Manuel trasmite su pasión a los jóvenes aloitadores,
contagia al público y sus gestas están en todas las televisiones,
su hermano Michel, elegancia griega y compromiso con el caballo vive
la pureza y nobleza de una relación de respeto, cariño y
compromiso.
Fernando Obelleiro, otro mito,
trasmitió a su hijo Fernando, su elegancia, estilo y buen hacer, y
aunque este en su trabajo de catedrático e investigador resuelva el problema electromagnético
de 150 millones de incógnitas, no falta a su cita con la Rapa para
continuar con la saga de la pasión. Y así, casi todos, vienen de
Madrid, Barcelona, Andorra, Tenerife, …a su cita con as
bestas.
El caballo es amigo de sus amigos en
el monte, y en el curro el aloitador
no le roba su libertad; se enfrentan en un duelo cuerpo a cuerpo, se
produce un lenguaje corporal en igualdad. El caballo tiene
inteligencia y alma; si el aloitador
tiene miedo, la lucha va a ser desigual; si el aloitador
le tiene respeto, están en
igualdad. En el fragor, la fuerza y los recursos técnicos, los
emplean el uno y el otro, pero cada uno aprende de lo que hace, por
lo que cada uno aprende de lo que el otro le va exigiendo.
Cuando termina la faena, el caballo,
rapado, se levanta rápido; el aloitador,
exhausto, no le guarda rencor al caballo por los esfuerzos que le
han exigido o por los golpes y magulladuras recibidas; como no pueden
darle la mano, le dan una palmada y le sonríen agradecidos por los
momentos intensos y apasionantes que le ha concedido.
Los aloitadores,
actúan en dos equipos tres, por lo que los espectadores pueden
elegir a un equipo y pasarse a otro en función de la fase o por lo
más espectacular e interesante.
El maestro periodista y escritor
Borobó escribió “el encierro de San Fermín es un juego de niños
comparado con A rapa das bestas de Sabucedo”.
Se producen pisotones, heridas,
contusiones, roturas, pero en todos los años de los que tenemos
constancia escrita, nunca se ha producido un accidente grave; algunos
lo atribuyen a San Lorenzo, que se preocupa.
Después de dos horas largas, se han
producido imágenes y situaciones tan ricas y variadas que te quedas
con todas. Los aloitadores
anuncian la última, que nunca va a ser o porque el público pide más
o porque algún aloitador se calienta ante una besta.
Ahora sí, los
aloitadores se sitúan en
la pared, los asistentes aplauden y los aloitadores
agradecidos devuelven los aplausos.
Salen los potrillos y buscan a sus
madres, se produce un coro de relinchos que se va apagando en la
medida que se van encontrando y lamiendo. Se abren las puertas,
atronan los aplausos, los aloitadores
se cogen por las manos y con los brazos estirados forman un circulo
para que as bestas,
se dirijan sin desorden hacia la puerta de salida del curro, y
tomadas por otros aloitadores
lleguean al cierre hacia del Curuto
donde podrán descansar hasta el domingo a las doce para volver al
curro, en la segunda rapa.
Por el Campo del Medio, pulpo,
churrasco, vino del país, empanadas; en los chiringuitos, o en
familia sobre la hierba. Por la tarde se puede visitar la exposición
de paneles de grandes fotografías sobre A Rapa por las calles, o la
ruta por los Muiños,
de Vesa Carballa
y Casa das.
El domingo, antes de las doce, as
bestas abandonan su reposo
en el monte do Curuto
cruzan el pueblo, con dificultades por las riadas humanas que inundan
la carretera, y entran en el curro donde los previsores y afortunados
que han podido dotarse de entrada, reciben as
bestas y aloitadores
con nerviosos y expectantes aplausos.
Separados los potrillos, la tarea
específica de hoy, antes de iniciar A Rapa es separar los caballos
que se van a vender. La estructura familiar de la grea, un caballo
por cada 45 bestas y su localización en el monte, obligan a que los
caballos en edad de procrear tengan que abandonar la grea,
porque crearían otra manada y dificultarían tanto su ubicación en
el terreno como el tener que bajarlas por lo que son vendidos. Se
distinguen, además de sus atributos sexuales, por el pelaje que está
cambiando. Son los más difíciles de aloitar,
por su fuerza y vigor, y porque nunca antes fueron aloitados,
es la primera vez. Los aloitadores
más expertos se encargan. Terminan siempre en el suelo, ya que hay
que doblegar al caballo para poder colocarle la soga. Colocada la
soga, el caballo se pone en pie, se eleva, arrastra a los que sujetan
la cuerda, a veces los tira; es muy costoso y difícil que no inicie
el trote, se pone de pie sobre las patas traseras y tira de la
cuerda; tras forcejeos constantes, el caballo puede salir del curro y
ser llevado ante los ganaderos que pujarán por su compra.
Se inicia la rapa, con su ritmo,
circunstancias y situaciones específicas de cada día; cada rapa es
única y distinta, la de hoy, domingo, termina sobre las tres de la
tarde. Al atardecer, festival folclórico en el campo de medio y
fiesta hasta la madrugada con orquestas de fama.
Todos un poco maltrechos, iniciamos,
con las fuerzas al límite, el lunes. Aunque la mayoría das
bestas son propiedad del
Santo, San Lorenzo, del pueblo, hay familias que tienen
bestas, para seguir la
tradición de sus antepasados y es el lunes, muy de mañana, cuando
las van a buscar al Curuto, las separan de las del Santo y las llevan
a sus eiras
(eras) para raparlas y marcar a fuego su distintivo si son jóvenes.
A las doce, en el curro, se celebra la
última rapa; después de la separación de ,los potros y de la
rapa, lo específico, de este tercer y último día, es colocar el
chip a los potros del Santo para ser reconocidos, es su divisa; y
colocar gps en algunas
bestas.
Al terminar la tercera rapa, se juntan
los potros con as bestas
en el curro, salen corriendo para encontrarse con las que están en
el cierre del Curuto,
se van reagrupando las greas; los aloitadores
las dirigen hasta las afueras del pueblo; por el camino ya cada
caballo va ido identificado y reuniendo a sus bestas
y potros; huelen la libertad; caballo al frente inician el trote,
cada grea se dirige a sus dominios, a su libertad.
Desde el muro da Costa
do Campo, las vemos
desfilar en el horizonte; vientos de libertad. Un año más y
van……casi 400 años.
Texto: José Manuel Cabada Álvarez.
Fotografía: Anxo Cabada Álvarez