Temprano, y guiados por Samuel,
gran conocedor del monte y amigo das bestas,
llegamos a las inmediaciones de los dominios del Chaparro y su grea. La vegetación es alta y frondosa,
tanto que pese a la inmensidad de la luz de día, habrá dificultades para poder divisar
as bestas en la distancia.
Pero avistamos a grea del Chaparro en el lugar en el que
Samuel intuía. Ellas pronto nos situaron. Samuel se fue acercando por el flanco
del norte, hablándole casi susurrando “hola bonitas, que tal estáis, hace mucho
calor, tranquilas, tranquilas……” As
bestas, levantan la cabeza, miran a Samuel y otean el horizonte. Yo me
quedo en un outeiro, situado en la dirección
del centro de la grea y me quito la
gorra para no llamar la atención en la distancia. La idea de Samuel es que
vayan subiendo hacia el cortafuego, y yo las acompañe en su movimiento, pero desde la distancia.
Las bestas van subiendo cansinamente, comen algunos
tojos, levantan la cabeza, pero siempre avizorando. Localizan de frente a un
grupo de personas y varios jinetes. Nuestra estrategia ha fracasado, requiere
otro plan, plan que no podemos afrontar solos; dan la vuelta, primero andando y
al minuto al trote, cuesta abajo, por entre los tojos y al lado de las altas piorneiras, y ya a galope, avanzan hacia los montes de Souto y
allí, entre las piorneiras y caminos
profundos, se pierden, las perdemos.
Dos horas después, con mucha
gente y varios jinetes, conseguimos localizarlas y tras varios intentos de
fuga, logramos rodearlas y conducirlas hasta el cierre del Peón. Ya están allí varias greas, pero por el fuerte calor, la mayoría de la gente está
descansando a la sombra de los pinos y pocos están al cuidado de as bestas. Por ello, varias veces
intentaron la escapada. Se recomienda a los que están bajo los pinos, que se
alejen un poco y dejen espacio para as
bestas y que más personas se ocupen de completar el cierre.
En dos horas más van llegando
todas las greas, las últimas las del
Cádavo. Con el intento de recuperar las fuerzas y consumiendo agua y cerveza en
consonancia con las altas temperaturas, se inicia a Baixa hasta el cierre de
Caroi.
Al lado de un pedregoso camino,
volvemos a ver el potro muerto, que ya habíamos visto en la subida, con el
cuello ensangrentado, mordisqueado y destrozado. Quizás por esa imagen, un
joven lleva a hombros un potro que había nacido pocas horas antes.
El calor es asfixiante, as bestas y os potros sufren el acoso
de legiones de moscas, moscones y tábanos. Buscan cobijo bajo la sombra de los
eucaliptos y carballos, se meten
entre los altos tojos restregándose, se frotan contra los cimbreantes
eucaliptos y beben agua con reiterada frecuencia y avidez. Los potros se tiran
al suelo y se voltean en las tierras húmedas cerca del agua.
Dejamos as bestas en el cierre de Caroi e iniciamos el regreso a casa,
bañados en sudor, revestidos de polvo, cansados….. pero felices de haber
disfrutado de la magia de a baixa, en un día de cielos limpios y
azules, de montes verdes y amarillos, de gorgeos y trinos saltarines, de la
astucia y el sigilo de las rapaces, de los pinos rumorosos, de la majestuosidad de los carballos,….. de la liturgia y de la tradición que nos obliga a respetarla, cuidarla y trasmitirla.