Llegan as bestas a Sabucedo después de haber pasado la noche en el cierre
de Cataroi. Se encuentran con el asfalto y miles de personas que las miran y a
las que observan.
El joven que había traido a hombros el potrillo recién
nacido hasta el cierre de Cataroi, lo
vuelve a cargar hasta el curro.
Otro potro recién nacido es portado por un jinete.
As bestas en grupos van entrando en el curro hasta completar el aforo y las que
no tienen cabida son retenidas en una congostra
en el Campo do Medio al pie del monte
Curuto. Desde la megafonía se
recomienda silencio para que as bestas no se asusten al entrar; cuando ya no entran
más y se cierra el portón, se multiplican los aplausos y resuenan los gritos de
admiración y exclamaciones.
El sol es justiciero y si en las gradas se soporta mal, el
sol y el calor castigan as bestas y a
los
aloitadores que se ven acosados por
legiones de moscas.
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