El Rayo es un caballo fuerte, ágil, poderoso, que en los últimos cuatro años, el
día de la baixa, conseguía escaparse
de los cercos y estrategias de los mozos y mozas, y se quedaba en el monte con
algunas de sus bestas, por lo que
estaba en un estado más salvaje. Este año en la rapa 2019 se consiguió que bajara
al curro para ser rapado, pero con
muchas dificultades, intentos fallidos y cansancios acumulados.
El viernes 5 de julio, Rayo estaba con su grea en las piorneiras y
altos
toxos cerca del regato de As Lamas, antes de la carretera tras la
cual se inicia el monte del Cadavo, el más alto por encima de los 800 metros.
Pese a las dificultades para poder avistar a la grea, por la altura de los toxos
y la espesura de las piorneiras, un grupo de hombres y
mujeres consiguieron cercar la grea.
El intentar ir cerrando el cerco fue muy peligroso porque por la altura de los toxos
no podías saber donde pisabas ya que podías caer en un agujero o resbalarte
desde una piedra; y si tenías que correr los peligros eran mayores porque
tampoco sabías donde apoyar la vara. Tras varios intentos, en el cuarto,
consiguieron cercar a la grea y al Rayo, y muy despacio ir
conduciéndola hacia una congosta, con
muros a ambos lados donde solo había que cuidar de las dos cabeceras. Pero
cuando estaban entrando en la congosta,
Rayo y una besta se escaparon, y se
detuvieron en una zona próxima desde donde podían ver a la grea e intercambiarse relinchos.
José, Mosteiro, Fran y dos que estaban
guardando a grea, a quienes relevamos,
saltaron el muro y se dispersaron para rodear a Rayo y la besta; apenas les veíamos sus cabezas por la altura de los toxos pero Rayo los sintió y con la besta escaparon monte arriba. Los que
las perseguían se fueron abriendo, al
tiempo que subían monte arriba; Rayo los
observaba y antes de que cerraran huyó monte abajo. Se repitió el cerco; poco a
poco, con mucho cuidado sin hacer ruido y tratando de ocultar los movimientos a Rayo se cubrió el frente y el flanco izquierdo
y el derecho, dejando libre y orientando hacia una porteleira por la cual Rayo y la besta pasaron y se reunieron
con la grea. Las bestas que estaban tranquilas, se comenzaron a mover como si
estuvieran nerviosas ante la revisión a que las estaba sometiendo Rayo.
Una besta daba de mamar a su potro que tenía
una pierna quebrada; el potro se cansaba y se tumbaba en la hierba, su madre la
protegía del sol dándole sombra.
Estuvimos guardando la grea y dándole más espacio para protegerse del sol. Con el
móvil hablábamos con los que estaban con la grea
del Cadavo a los que se le habían escapado cinco bestas. Por fin, podíamos ver a la grea que bajaba desde el majestuoso Cadavo, lo hacían lentamente
por el cortafuegos, que podía ser cortapiernas, por las piedras y gruesos toxos. Como no se podía bajar, por la
fuerte pendiente, había que ir zigzageando, en función de las piedras y toxos,
en una función de ojeadores para elegir el mejor camino sin romper el cerco que
tenía que ir adaptándose a los continuos cambios.
Abrimos
el cerco por la parte inferior de la congosta
y entraron as bestas do Cadavo con su
caballo Veneno. El Rayo enseguida lo encontró, se dirigió hacia él, escarbó la
hierba con su pata derecha, se adelantó, midió la distancia y se elevó sobre
sus patas traseras, al igual y al tiempo que lo hizo Veneno; se intercambiaron
intentos de mordiscos sobre cabeza y cuello y se cruzaron patadas con las patas
delanteras y en el aire; se bajaron, se dieron la espalda y Rayo le soltó un
par de coces, al tiempo que de reojo se apartaba, pero anunciando que la pelea
continuaría. Mientras descansaban as
bestas que habían bajado del Cadavo, se intercambiaban opiniones sobre qué
hacer con el potro que tenía la pata quebrada: unos decían que llevarlo en el
remolque a Sabucedo, otros que no llegaba andando a Sabucedo, otros que si lo
dejaban el monte aunque con su madre, los lobos lo atacarían y comerían; otros
que habría que bajarlo a Sabucedo con su madre; se decidió la primera opción
con el riesgo de que al pasar separados una noche y un día no se encontraran.
Resuelto el caso, se ordenó iniciar la marcha hacia el cierre del Peón donde ya estarían las demás greas. El camino es estrecho antes de cruzar la carretera e introducirse en los montes. Los que íbamos delante nos fuimos colocando en las distintas porteleiras por donde pudieran escaparse as bestas. En una porteleira nos colocamos cuatro con la distancia recomendada de abrir los brazos o agitar la vara; as bestas en contra de lo recomendable venían al trote, bien porque erróneamente algunos de los de atrás, no expertos, las empujaban o bien porque lo habían elegido ellas para ganar posibles ventajas. A mi derecha Jose y a mi izquierda el muro con una alambrada a la distancia de no más de un metro; venían al trote, pero Rayo como un relámpago, se colocó por aquel espacio imposible, rompió la alambrada y se escapó. Me quedé de piedra y helado, no era capaz de entender como Rayo pudo haber pasado por aquel hueco y que con la fuerza e ímpetu incontrolado, parecía, no me hubiese tocado. Pese a la incomprensión, sentí que iba emergiendo un cierto sentimiento de culpabilidad. Se detuvieron as greas y un grupo de personas y jinetes salieron a la búsqueda de Rayo que no se había alejado mucho, y que al encontrase solo en la escapada, solo opuso la resistencia de su carácter indomable, pero al tercer intento regresa a las greas.
El domingo en el curro,
el animador anuncia que se va a rapar a Rayo. Roi va buscándolo y tomando
posiciones, lo sigue observando y comenta con Santi que él salte por la
izquierda para cruzar y con Carlos Castrelo que se ocupe del rabo. Roi sigue observando; se activa el resorte y
con un preciso salto se coloca a lomos de Rayo, pero Rayo reacciona y no le da
tiempo a que se agarre a sus crines; en un segundo intento Roi ya puede
agarrase a las crines, pero Rayo con un giro de cuello vuelve a soltarse; en el
tercer intento Rayo ya no tiene tanto
espacio, Roi consigue sujetarse con fuerza
a las crines y apretar las
rodillas sobre los lomos, y tras una corta cabalgada, Santi salta por la
izquierda, cruza su brazo sobre la mandíbula y ojo al tiempo que Roi hace lo
mismo por la parte opuesta, pero éste
además sujeta la oreja; Roi y Santi fijan con fuerza todo su peso sobre la
arena, Carlos Castrelo maneja con fuerza
el rabo a izquierda y derecha para
desconcentrar la fuerza de Rayo.
Después de una serie de forcejeos, en los que Roi y Santi se ven obligados a despegarse
del suelo, Carlos fija el cuarto trasero contra el muro, Roi y Santí agotan
todas sus fuerzas, sujetando y fijando a Rayo mientras le rapan las crines y el
rabo. Roi, Santi y Carlos Castrelo se abrazan exhaustos, el público enardecido
les aplaude. El año próximo Rayo ya conoce las técnicas de los aloitadores, y
si se consigue que baje al curro, ya puede poner en nuevas dificultades a los aloitadores.
Hay un dicho gallego que dice ”mal raio te
parta”, pero Rayo es noble, en su defensa de su grea, en su independencia, en
su libertad y en su noble enfrentamiento con tres aloitadores. ¡Hasta la Rapa
del próximo año, Rayo¡ intentaré que busques otros caminos, reduciendo el
espacio en el que me ganaste este año.
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