viernes, 2 de agosto de 2019

EL RAYO, RELÁMPAGO ALOITADO POR PRIMERA VEZ


El Rayo es un caballo fuerte, ágil, poderoso, que en los últimos cuatro años, el día de la baixa, conseguía escaparse de los cercos y estrategias de los mozos y mozas, y se quedaba en el monte con algunas de sus bestas, por lo que estaba en un estado más salvaje. Este año en la rapa 2019 se consiguió que bajara al curro para ser rapado, pero  con muchas dificultades, intentos fallidos y cansancios acumulados.
El viernes 5 de julio,  Rayo estaba con su grea en las piorneiras y altos toxos cerca del regato de As Lamas, antes de la carretera tras la cual se inicia el monte del Cadavo, el más alto por encima de los 800 metros. Pese a las dificultades para poder avistar a la grea, por la altura de los toxos y la espesura de  las piorneiras, un grupo de hombres y mujeres consiguieron cercar la grea. El intentar ir cerrando el cerco fue muy peligroso porque por la altura de los  toxos no podías saber donde pisabas ya que podías caer en un agujero o resbalarte desde una piedra; y si tenías que correr los peligros eran mayores porque tampoco sabías donde apoyar la vara. Tras varios intentos, en el cuarto, consiguieron  cercar a la grea y al Rayo, y muy despacio ir conduciéndola hacia una congosta, con muros a ambos lados donde solo había que cuidar de las dos cabeceras. Pero cuando estaban entrando en la congosta, Rayo y una besta se escaparon, y se detuvieron en una zona próxima desde donde podían ver a la grea e intercambiarse relinchos.


 José, Mosteiro, Fran y dos que estaban guardando a grea, a quienes relevamos, saltaron el muro y se dispersaron para rodear a Rayo y la besta; apenas les veíamos sus cabezas por la altura de los toxos pero Rayo los sintió y con la besta escaparon monte arriba. Los que las perseguían  se fueron abriendo, al tiempo que subían monte arriba;  Rayo los observaba y antes de que cerraran huyó monte abajo. Se repitió el cerco; poco a poco, con mucho cuidado sin hacer ruido y tratando  de ocultar los movimientos  a Rayo se cubrió el frente y el flanco izquierdo y  el derecho, dejando libre y  orientando hacia una porteleira por la cual Rayo y la besta pasaron y se  reunieron con la grea. Las bestas que estaban tranquilas, se comenzaron a mover como si estuvieran nerviosas ante la revisión a que las estaba sometiendo Rayo.
Una besta daba de mamar a su potro que tenía una pierna quebrada; el potro se cansaba y se tumbaba en la hierba, su madre la protegía del sol dándole sombra.            


        
Estuvimos guardando la grea y dándole  más espacio para protegerse del sol. Con el móvil hablábamos con los que estaban con la grea del Cadavo a los que se le habían escapado cinco bestas. Por fin, podíamos ver a la grea que bajaba desde el majestuoso Cadavo, lo hacían lentamente por el cortafuegos, que podía ser cortapiernas, por las piedras y gruesos toxos. Como no se podía bajar, por la fuerte pendiente, había que ir zigzageando, en función de las piedras y toxos, en una función de ojeadores para elegir el mejor camino sin romper el cerco que tenía que ir adaptándose a los continuos cambios.
Abrimos el cerco por la parte inferior de la congosta y entraron as bestas do Cadavo con su caballo Veneno. El Rayo enseguida lo encontró, se dirigió hacia él, escarbó la hierba con su pata derecha, se adelantó, midió la distancia y se elevó sobre sus patas traseras, al igual y al tiempo que lo hizo Veneno; se intercambiaron intentos de mordiscos sobre cabeza y cuello y se cruzaron patadas con las patas delanteras y en el aire; se bajaron, se dieron la espalda y Rayo le soltó un par de coces, al tiempo que de reojo se apartaba, pero anunciando que la pelea continuaría. Mientras descansaban as bestas que habían bajado del Cadavo, se intercambiaban opiniones sobre qué hacer con el potro que tenía la pata quebrada: unos decían que llevarlo en el remolque a Sabucedo, otros que no llegaba andando a Sabucedo, otros que si lo dejaban el monte aunque con su madre, los lobos lo atacarían y comerían; otros que habría que bajarlo a Sabucedo con su madre; se decidió la primera opción con el riesgo de que al pasar separados una noche y un día no se encontraran.


Resuelto el caso, se ordenó iniciar la marcha hacia el cierre del Peón  donde ya estarían las demás greas. El camino es estrecho antes de cruzar la carretera e introducirse en los montes. Los que íbamos delante nos fuimos colocando en las distintas porteleiras por donde pudieran escaparse as bestas. En una porteleira nos colocamos cuatro con la distancia recomendada de abrir los brazos o agitar la vara; as bestas en contra de lo recomendable venían al trote, bien porque erróneamente algunos de los de atrás, no expertos, las empujaban o bien porque lo habían elegido ellas para ganar posibles ventajas. A mi derecha Jose y a mi izquierda el muro con una alambrada a la distancia de no más de un metro; venían al trote, pero Rayo como un relámpago, se colocó por aquel espacio imposible, rompió  la alambrada y se escapó. Me quedé de piedra y helado, no era capaz de entender como Rayo pudo haber pasado por aquel hueco y que con la fuerza e ímpetu incontrolado, parecía, no me hubiese tocado. Pese a la incomprensión, sentí que iba emergiendo un cierto sentimiento de culpabilidad. Se detuvieron as greas y un grupo de personas y jinetes salieron a la búsqueda de Rayo que no se había alejado mucho, y que al encontrase solo en la escapada, solo opuso la resistencia de su carácter indomable, pero al tercer intento regresa a las greas.
El domingo en el curro, el animador anuncia que se va a rapar a Rayo. Roi va buscándolo y tomando posiciones, lo sigue observando y comenta con Santi que él salte por la izquierda para cruzar y con Carlos Castrelo que se ocupe del rabo.  Roi sigue observando; se activa el resorte y con un preciso salto se coloca a lomos de Rayo, pero Rayo reacciona y no le da tiempo a que se agarre a sus crines; en un segundo intento Roi ya puede agarrase a las crines, pero Rayo con un giro de cuello vuelve a soltarse; en el tercer intento Rayo ya  no tiene tanto espacio, Roi consigue sujetarse con fuerza  a las crines  y apretar las rodillas sobre los lomos, y tras una corta cabalgada, Santi salta por la izquierda, cruza su brazo sobre la mandíbula y ojo al tiempo que Roi hace lo mismo por la parte opuesta,  pero éste además sujeta la oreja; Roi y Santi fijan con fuerza todo su peso sobre la arena,  Carlos Castrelo maneja con fuerza el rabo a izquierda y derecha para  desconcentrar la  fuerza de Rayo. Después de una serie de forcejeos, en los que Roi y Santi se ven obligados a despegarse del suelo, Carlos fija el cuarto trasero contra el muro, Roi y Santí agotan todas sus fuerzas, sujetando y fijando a Rayo mientras le rapan las crines y el rabo. Roi, Santi y Carlos Castrelo se abrazan exhaustos, el público enardecido les aplaude. El año próximo Rayo ya conoce las técnicas de los aloitadores, y si se consigue que baje al curro, ya puede poner en  nuevas dificultades a los aloitadores.





 Hay un dicho gallego que dice ”mal raio te parta”, pero Rayo es noble, en su defensa de su grea, en su independencia, en su libertad y en su noble enfrentamiento con tres aloitadores. ¡Hasta la Rapa del próximo año, Rayo¡  intentaré que busques otros caminos, reduciendo el espacio en el que me ganaste este año.